[…] La liturgia política languidece. Este es otro de los síntomas que, inequívocamente, refleja el agotamiento (cultural y estético) de la oferta política tradicional. La escenografía política habitual de los actos públicos transforma a los participantes en figurantes y la jerarquización de los espacios (en el escenario y en el auditorio) consolida las nomenclaturas del poder. La mayoría de los actos políticos son incapaces de crear una atmósfera memorable y de fuerte contenido emocional que permita una implicación personal de quien asiste. Sin diseño y planificación de la experiencia emocional presencial, estos actos están pensados para el corte mediático y el impacto asociado a la noticia o a su reverberación viral en redes sociales. Se pierde con ello una gran oportunidad: vivir las ideas. […]
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